Die Schönste Krankheit des Weltalles

Mr. Murphy Says It Better

Acknowledgements

martes, 12 de agosto de 2008

Help Me ! I'm in Hell!



Recientemente salieron, en diversos formatos, los capítulos finales de la saga de Hades de Saint Seiya, los cuales dejan en claro lo limitada que fue la trama de dicha serie de manga/anime (ver post de mayo 15). Dado que la serie no dio para más--o más bien no fue propiamente explotada--los resultados fueron negativos en gran parte: el autor quiso terminar pronto y acortó ridículamente los últimos eventos añadiendo toques de filosofía barata que cualquiera puede encontrar en cualquier no-tan-barato libro de autoayuda de Sanborns. Sin embargo, lo peor del asunto es la forma tan absurda en la que terminó todo: unos simples adolescentes aniquilando a los dioses en persona.

Si bien la trama de Saint Seiya ya es fantaseosa en demasía, el epílogo supera los límites establecidos. Como ya se ha mencionado, estos niños logran acabar con la voluntad de un dios para así prolongar un poco más la existencia de la humanidad. Ellos logran llegar a Elisión para frenar las intenciones de Hades, el dios "maléfico" que desea acabar con la humanidad pervertida. En primer lugar nadie podría vencer a un dios, ni mucho menos al destino, el cual ni las deidades pueden superar. Pero en el agringadísimo universo feliz de Kurumada esto es posible. Antes de destruir el cuerpo de Hades, estos jovencitos matan a los dioses del Sueño y la Muerte, logrando así acercarse al blanco principal. Al final de la batalla todo es luminoso y la humanidad recibe otra oportunidad de rectificar sus errores y enmendarse, salvo un pequeño (pero importantísimo) cabo suelto: el Sueño, la Muerte, y el Señor del Inframundo han sido eliminados. Dado que, al menos en el universo de Saint Seiya, los dioses sí existen, las consecuencias deben manifestarse de inmediato o al final del día. Imaginen un mundo en el que el descanso impuesto por el orden universal ha sido erradicado para siempre. En este caso, la humanidad no ha sido sino condenada a vivir en un mundo sin muerte y sin sueño: el agotamiento físico nunca acabará; los enfermos terminales pasarán a ser enfermos permanentes; la gente podrá tener los hijos que quieran sin preocuparse de que mueran de hambre; los viejos jamás se irán; la sobrepoblación se convertirá en una terrible pandemia; la humanidad jamás volverá a dormir. A pesar de que muchos ilusos creen que en el paraíso la muerte no existe, no piensan el lo insignificante que sería la vida sin saber que ésta llegará a su fin: perdería todo valor (si es que alguna vez lo tuvo). Jugar ruleta rusa o abusar de drogas pesadas ya no tendría sentido. Las guerras, civiles e internacionales, jamás terminarían. Caeríamos en un abismo que sólo nos llevaría a un infierno de excesos infinitos en el que ya nada valdría la pena. Extrañaríamos al sueño y a la muerte como nunca antes. La vida se covertiría en un mono iracundo que chillaría y nos mordería el rostro sin que pudiéramos quitárnoslo de encima. Una simple comezón que jamás dejaríamos de rascarnos. El final de Saint Seiya es, a todas luces, nocivo. Puesto que acabaron con el Juez Supremo del Inframundo, quien también era el pilar central del mismo, ya no hay quien haga valer la justicia divina. Hades y el Inframundo, el cual ha existido desde quien diablos sabe cuando, han desaparecido, junto con las almas buenas y malas que recibieron su merecido. Saint Seiya no sólo entregó un desenlace mediocre, sino que provocó un daño irreparable en el cosmos que tanto pretendía defender. Afortunadamente, todo esto no son más que sandeces estéticas.

Si bien el destino rara vez es alentador, al menos podemos confiar en que, tarde o temprano, nos traerá al sueño, el cual pondrá fin a un día pesado--lo siento por los insomnes, pero para eso hay valium--, y a la muerte, que marcará el ocaso de una existencia brillante y sin sentido--muy a pesar de los médicos alternativos y New Age, que dicen que el hombre debe vivir 125 años. Dado que el Sueño es el hermano gemelo de la Muerte, ¡alabado sea el Sueño! ¡Y alabada sea su adorable y bella prima, la Narcolepsia!

4 comentarios:

Memo de León dijo...

Ay, Jordi. Son nada más reencarnaciones, no son los meros dioses. En fin, para series campy de animé, mejor Candy Candy (aunque no sea tan homoerótica).

Hans Fortelius dijo...

Sé que detestas Saint Seiya, pero deberías ver los capítulos finales. Ahí sí no pelean con reencarnaciones sino con los dioses en persona. Sólo señalo los cabos sueltos.

Netzaaa! dijo...

El punto del final de Elysion fue que el sentimiento humano 'amor' fue lo que les dió la fuerza para vencer a Hades (quien en sus últimas palabras le dijo a Athena ser una tonta por creer en un sentimiento que no significaba nada).

Y más que sacada de librito de Sanborns, la idea viene de la frase de Virgilio "Omnia vincit amor" ('el amor lo vence todo') escrita en el s. I a.C.

Athena dice:

"Hades, esto es el amor, la grandiosa fuerza que poseen los humanos, la fuerza que surge desde el origen de sus vidas, ¡y eso nunca va a perder contra nada!"

Lo de las peleas es para entretener a la gente.

Hans Fortelius dijo...

Sigo insistiendo en que la brevedad de los episodios finales le restaron mucho mérito al trasfondo que tu señalas, de ahí que todo parezca tomado de cualquier otra cosa. Pudieron haberlo explotado más (y no precisamente con batallas)!

Still Life



Lyrics: Joakim Montelius