Die Schönste Krankheit des Weltalles

Mr. Murphy Says It Better

Acknowledgements

jueves, 8 de enero de 2009

Animal Shelter

Jamás he podidotener una mascota. Más bien no tengo suerte con ellas. Casi al entrar a secundaria tuve un perro que llegó en muy mal momento. Siempre había querido uno pero no fue posible hasta que, un día, mi madre tuvo la idea de comprar uno. Cuando vi que sus intenciones eran serias decidí que no era conveniente, pues siempre he vivido en departamentos pequeños y con pocas condiciones para mascotas grandes, pero ella insistió. Cuando llegó me hacía mucha compañía y jugaba con él. Sin embargo, el pobre animal tenía con una seria enfermedad de la piel. Casi todo el día se quedaba solo y nadie podía encargarse de él, por lo que ensuciaba mucho la casa o mordisqueaba las cosas--una vez se comió mi tarea de matemáticas. A mi hermana nunca le han gustado los perros, por lo que la situación se volvió más dificil. Fue en esos años en los que experimenté por primera vez la depresión, pues algunas circunstancias familiares enrarecieron la atmósfera de mi casa. No había tiempo ni espacio para el pobre animal y, como suele pasar con un ser querido que ya no es bienvenido (o que llegó en muy mal momento) tuvo que irse. Creo que se entristeció mucho, pues podía oirlo aullar desde lejos. Su nuevo dueño lo cuidó bien hasta que, en un descuido, lo perdió. Un tiempo después creí haberlo visto de nuevo, más grande. Al menos eso creo. Tuve depresiones terribles por mucho tiempo y me sentí muy culpable. Ahora pienso que el karma me está haciendo pagar, pues debo admitir que pude y debí haber cuidado mejor a ese perro. Tengo la terrible sensación de que lo abandoné cuando más me necesitaba. Por lo tanto, ahora siento como si estuviera, de algún modo, abandonado.

Un par de años después, cuando viví en provincia, tuve dos de gatos que un familiar me había regalado. La hembra era mayor de tamaño y sometía al macho siempre que jugaban. Se suponía que alguna inmobiliaria nos entregaría una casa con mayor espacio en poco tiempo para poder tener mascotas, pero no fue así. Seguíamos viviendo en un departamento muy chico. Como un deja vu los gatos también tenían una enfermedad de la piel. Me ausenté por un par de semanas y, como buenos familiares incómodos, se deshicieron de ellos. Me caían muy bien esos gatos. Pero tampoco era momento para su llegada.

De vuelta en la civilización tuve un pez beta morado que vivió mucho, creo que poco más de tres años. Al cabo de dicho lapso sus colores se desvanecieron y terminó recostado en las piedras de cristal en el fondo de su pecera. Me pregunté como hubiera sido vivir en una pequeña esfera y olvidar completamente todo lo que me pasara cada cinco minutos. Almacenar imágenes y sonidos fugaces que se disolverían en una semi-eternidad acuosa y frecuentemente transitoria. Su sustituto, de color azul, estuvo año y medio con nosotros, aproximadamente. Quizá el espíritu de su antecesor se quedó rondando por estos lugares y lo invadió. Quizá le transmitió toda su experiencia por medios desconocidos y, consciente de su estado, decidió terminar con el espectáculo de la forma que los peces suelen hacer. O al menos eso pienso, pues no pude dictaminar si el pez se suicidó o "sufrío un pequeño accidente" al tratar de hacer un salto mortal, a solas, para satisfacer su autoestima. Pero, ¿para qué ejecutar una pirueta si nadie la vería? Probablemente todo fue deliberado: el impulso de más, el salto elevado, el "error" de cálculo para caer de nuevo en el agua. Su sucesor sigue por aquí, aunque no estoy seguro por cuánto tiempo.

Los peces no ofrecen gran cosa para sus dueños: no hacen ruido, no los puedes cargar (para eso tendrías que sacarlos del agua y hacerlos creer que se ahogan). Pero tampoco exigen muchos cuidados: sólo darles de comer un par de veces al día y aplicar algunas gotas en su agua para prevenir enfermedades. Los perros, y en menor medida los gatos, son totalmente interactivos. Los perros son animales más leales, más divertidos y siempre están ahí cuando se les necesita. He sabido que también ayudan a acelerar el proceso de sanación cuando estamos enfermos al absorber parte de nuestras enfermedades por cierta ósmosis. Además, gracias a animales como ellos, sabemos que alguien nos necesita, pues siguen siendo seres vivos que también sienten alegría y tristeza. Hace dos años, en este día, volvió a suceder lo de hace más de diez: tuve que darle la espalda a un perro que de verdad me necesitaba. Me dirigía a cierto lugar para hacer un encargo en un barrio relativamente cercano al mío. Al caminar por cierta calle vi a un basset hound buscando algo qué comer. Dada su apariencia descuidada deduje que a) se había perdido o b) su presencia se volvió inconveniente para su dueño y decidió abandonarlo a su suerte. Al pasar junto a él caminó hacia mí pidiéndome, en su lenguaje, que no lo dejara solo. No pude evitar detenerme a verlo por un rato. Si hubiera tenido dinero suficiente en aquél momento le hubiera comprado comida, pero no fue así, pues mis recursos eran más limitados que ahora. Me habría encantado haber podido adpotarlo pero, al igual que hace más de diez años, sigo vivendo en un departamento pequeño. Sé que el basset hound es un perro mediano y que puede vivir en espacios reducidos, pero sigo sin tener las condiciones necesarias para su cuidado. Hace dos años no estaba en las circunstacias idóneas para darle asilo a un perro abandonado, y tampoco lo estoy ahora. Si hubiera podido traerlo a mi casa, tendría a alguien a quien cuidar. No me hubieran importado sus orejas largas, cara triste y cuerpo cubierto de pelo. Tal vez nos haríamos sentir bien el uno al otro. Al menos tendría a alguien a quien abrazar. Estoy seguro que me habría agradecido el no haberlo dejado solo dándome su compañia y mostrándo felicidad al verme llegar. Al menos tendría a alguien que me necesitara.

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Lyrics: Joakim Montelius